Friday, June 8, 2007

Pelando la Cebolla

En la prensa alemana no he leído una reseña más mordaz y acertada, ni
siquiera los comentarios cáusticos de Der Spiegel, que lo que escribe
Agapito Maestre sobre el último libro de Günter Grass:

"...La metáfora de la cebolla de la memoria, que al ser pelada revela
verdades que hacen llorar, no deslumbra precisamente por su sutileza.
Porque más que hacernos llorar, insisto, nos encandila su fibra
poética, hasta caer en la sensiblería de quien confunde el trabajo de
la memoria con el de la imaginación. Poético, sí; pero muchas otras
veces no es ni espléndido ni impactante. La narración está llena de
frases hechas, obviedades y expresiones trilladas. Todo está
edulcorado. Cuenta muchas cosas, pero le faltan muchas más. Es el gran
límite de esta confesión.

Cuenta Grass su vida, especialmente de los 12 a los 32 años, cuando
publica El tambor de hojalata, a través de un ejercicio literario que
consiste en ir pelando artísticamente la primera capa de la cebolla. De
ahí sale a veces un libro hermoso, a veces un recuento de melancolías
de la vieja Europa en crisis. Magníficas descripciones de la madre y de
la intensa relación materno-filial, relatos magníficos sobre los
compañeros de colegio y reencuentros felices a finales de los 80. Pero
nunca hallaremos la crítica histórica, menos todavía la autocrítica
impía que se anunciaba en las prepublicaciones. Tampoco la crítica a
una educación que lo llevó a militar en las filas del nazismo.

Nunca me ha gustado cómo juega Grass el juego entre deudas (Schulden) y
culpa (Schuld). Es tramposo, porque sólo revela intención, mala fe,
pero nunca se atreve en su obra, no hablo de sus declaraciones
ideológicas, a pasarle a contrapelo el cepillo a la historia, al modo
benjaminiano. Su trampa, engaño o añagaza estética me resulta
insoportable, sobre todo si pensamos en un hombre con tantos recursos
literarios como tiene él. Recurrir a la imaginación para hacer un
ejercicio de memoria, de reconstrucción crítica del pasado, es
sustituir la literatura, la gran literatura como racionalidad pública,
por la censura o la autocensura; y, lo que es peor, el arte, la
literatura, sale tocado de este híbrido, a veces monstruoso y a veces
bello, entre la imaginación y el memorialismo.

Muchas cosas importantes hay en esta obra, pero yo destaco los recuerdos
de su madre y, por supuesto, pero eso ya no es mérito de Grass, la gran
traducción, debida a ese gran escritor que es Miguel Sáenz."

Agapito Maestre, "Grass no es Mann", Libros, 7 de junio de 2007
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276233487